miércoles, 26 de febrero de 2014

Y de soñarte se me pasa la vida.



Sueño que los sueños no despiertan. Despierto sin saber que estoy despierto e intento volver a soñarte, aunque no sé si estaba soñando, o eras parte de la realidad. Realidad que estoy soñando, con los ojos abiertos y despierto, y despierto abrazando la almohada y diciendo tu nombre a un espacio vacío. Vacío de tus ojos y tus señas, vacío de tu ironía y tus manos, vacío de tus no respuestas y tus vueltas, tan vacío de tí, tan lleno de nada, tan fuera de mí, tan dentro de todo. De todo lo que pasa normalmente, normalmente sueño con cruzarte. Cruzarte es mi único deseo. Deseo encontrarte y no quererte. No quererte es imposible, me conformo con soñarte. Soñarte es lo único que queda, lo único que queda es volver a dormirme, dormirme con las ganas de soñarte. Soñarte es lo más cerca que te tengo. 
Te tengo, como humo entre mis manos. 

III

Rómpeme los ojos
con tus ojos que hipnotizan
Quiébrame la boca 
con tu boca de ceniza

Róbame la vida
con tu vida que es eterna
Sáciame el deseo 
de aferrarme a tus caderas

Súbeme despacio
hasta el hondo de los mares
Entiérrame deprisa
entre el Cielo y sus altares

Córtame el suspiro
con la navaja de tus ganas
Alárgame la vida
prometiéndome un mañana.

martes, 25 de febrero de 2014

Paraíso personalizado II

¿Existe el Cielo? ¿Será como todos creen que es? ¿ O será diferente para cada uno?. 
Para mí la muerte es muerte, o sea, la nada, oscuridad, silencio... y la nada. Pero... si tuviese que elegir, ¿Qué elegiría? Eso ya lo tengo planeado. En este momento de mi vida quiero que sea un viaje, en colectivo, que no termine nunca, que sea eterno. Estaría yo, sentado del lado del pasillo, vacío, o casi.
Por más que el colectivo no vaya a ningún lado, quiero ver correr por la ventana el mismo paisaje una y otra vez, pero sin darme cuenta. Quiero tener la sensación de que pronto llegaremos, aunque no tenga donde llegar. Quiero sentir esa impotencia, esas ganas, quiero vivir ese tiempo, para siempre. Quiero tener tema para hablar, y hablar, y hablar, sin aburrirme.
Pero ésto sería muy aburrido, ¿Para qué quiero un Cielo para mí solo?. Obviamente, no quiero estar solo, tu recuerdo estaría al lado mío, pegado a la ventana, esperando llegar, aunque no llegues, y queriendo quedarte. Enamorándote y desenamorándote con la misma facilidad. Con arranques de celos disfrazados de bronca, con frases de esperanza que alimenten mi entusiasmo, con la ironía que me encanta, con los sueños de futuro juntos que a veces hasta vos creés, con los bolsillos llenos de chocolate, para ganarme unos puntos extras. Tu boca, tus ojos, tu pelo, tu cuerpo, tus manos, tus gestos, tus cosas, tus historias, tu sonrisa, tu mirada, tus peinados, tu locura, tu impaciencia, tus ganas, y también, por supuesto, tu lunar. Todo, del lado de la ventanilla, en el asiento que dejé a mi lado. Y yo, mirándote, tratando de enamorarte todo el tiempo, tratando de que me alcance el viaje para convencerte de que te quedes conmigo. Quiero tomarte de la mano, y que te pongas nerviosa, que te pongas toda colorada, porque me encanta verte así. De a ratos, hacerte enojar, pelearte, porque me gusta. Pero recuperar los puntos enseguida, porque tenés facilidad para enojarte, debe ser un Don. Quiero tener las mismas ganas de besarte, como hasta ahora, porque yo también soy un poco masoquista, y de una forma muy rara disfruto tu histeriqueo.
  Quiero estar seguro de que ese es el día. De que allí, antes de llegar, cuando sepas que estamos por bajar, y me mires para que me levante, voy a tomarte del cuello con una mano, mirarte a los ojos y acercar tus labios a los míos. Vas a cerrar los ojos, entre queriendo y no queriendo que pase, y te voy a besar. Y cuando separe mis besos de tu boca me pidas quedarte, para siempre, conmigo. Quiero estar seguro de que sucederá, aunque haya pedido que el viaje no termine nunca. Una contradicción que alimentaría mi esperanza y que se parece tanto pero tanto a la realidad.

Paraíso personalizado I

Cerrá los ojos. 
Pensá en nada, escuchá el sonido de mi voz, y nada más...
Tomate tu tiempo. No te asustes si sentís que te rozo la mano, estoy tratando de que me percibas de todas las maneras posibles. 
Voy cuesta arriba recorriendo tu brazo, colina empinada que culmina en la perfección. Tardo, sí, tardo,  pero sólo porque quiero recordar muy detalladamente, toda tu extensión. 
Llegué a tu cuello, en algunas líneas. Demasiado rápido, pero tus tiempos no dejan que me tome lo necesario para llegar hasta allí. 
Quedé clavado en tu respiración que aunque se siente nerviosa, empieza a acostumbrarse a sentir mi mano, que ya no está fría como al principio, sino que adoptó la temperatura necesaria para no perturbarte. 
Por detrás de tu cuello, donde cualquier vampiro querría atacar, yo me conformo con sentir. 
Vuelvo por tu mentón, perfecto, marcado, y lo recorro entero , no quiero perderme un centímetro. Me acerco un poco, necesito ver cada sombra proyectada en tu rostro. 
Te sentís un poco incómoda, podés relajarte, prometo no morderte, todavía. Hasta ahora sólo un dedo fue el que participó de la experiencia, pero al rozar tus labios, el resto de la mano ya no puede aguantar más y se une para seguir camino. 
Pómulos, de nuevo a los labios. Labios, tus labios, rojos, muy rojos, sencillamente preciosos y dignos de una princesa. Tienen el don de lastimarme en una frase y desarmarme en una sonrisa, de colgarme una esperanza o clavarme un chau. Y la otra mejilla, que a veces se pone tan colorada que me derrito de sólo verla. 
Los ojos, los más hermosos que vi, combinan perfectamente con tu mirada entre tímida y sencilla. 
Pestañas, rejas de una cárcel en la que ruego cadena perpetua. Cejas que remarcan tus gestos hasta hacerlos inolvidables. 
Bajo dos escalones por tu nariz y llego al cielo, y pensar que todos creen que el cielo está arriba. Están equivocados. El cielo está bajando por tu nariz. Bendito lunar que hasta en los sueños me persigue, que ataca mis recuerdos, que cierra mis ojos y me conduce ciegamente. Que no me deja pensar en otra cosa, y que daría todo porque fuese mío, solo mío. Redondo, perfecto, sencillo, oculto. Me doy cuenta de que no puedo seguir con ésto, de que tengo que hacerlo, pero dudo, pero te respeto, y vuelvo hacia atrás, para más decidido, decirte al oído. Que te amo. 

II



Cuando se pierdan en tus ojos mis recuerdos
y tu boca no complete mis por qué.
Cuando mi tiempo no necesite de tu tiempo
y mis manos ya se olviden de tu piel.

Cuando ya no pueda despertarme enredado
en tu pelo, en tus pestañas o en tu ser.
Cuando ya los lunares en tu cara
no se burlen de que voy a enloquecer.

Cuando tu forma de vestir sea el recuerdo
del recuerdo del recuerdo del ayer,
y el sonido de tu risa sólo el eco
de un sonido que me obligo a no perder.

A partir del momento en que no existas
y hasta que vuelvas algún día a aparecer
seré sólo las ganas, de haberlo intentado

seré sólo la sombra, de lo que un día no fue.

I




No quiero saber por qué pasó
No quiero ni pensar adónde irá
No quiero que me pidas ni perdón
Solo quiero, saber que pasará.
Ya no existo, sin recuerdo de tus ojos
Sos el aire, que me cuesta respirar
Sos la Luna, el Cielo y el Infierno
Sos la ganas de vivir una vez más.
Si me pierdo en tus recuerdos todo el día
Es el precio que tengo que pagar
Por no poder sobrevivir sin los momentos
En los que pude simplemente abrazar
A la mujer que ya es parte de mi vida
Por haberme robado el corazón
Pondré parches que no sanan las heridas
Pero engañan por un rato a la razón.