¿Existe el Cielo? ¿Será como todos creen que es? ¿ O será
diferente para cada uno?.
Para mí la muerte es muerte, o sea, la nada,
oscuridad, silencio... y la nada. Pero... si tuviese que elegir, ¿Qué elegiría?
Eso ya lo tengo planeado. En este momento de mi vida quiero que sea un viaje,
en colectivo, que no termine nunca, que sea eterno. Estaría yo, sentado del lado
del pasillo, vacío, o casi.
Por más que el colectivo no vaya a ningún lado, quiero ver
correr por la ventana el mismo paisaje una y otra vez, pero sin darme cuenta.
Quiero tener la sensación de que pronto llegaremos, aunque no tenga donde
llegar. Quiero sentir esa impotencia, esas ganas, quiero vivir ese tiempo, para
siempre. Quiero tener tema para hablar, y hablar, y hablar, sin aburrirme.
Pero ésto sería muy aburrido,
¿Para qué quiero un Cielo para mí solo?. Obviamente, no quiero estar solo, tu
recuerdo estaría al lado mío, pegado a la ventana, esperando llegar, aunque no
llegues, y queriendo quedarte. Enamorándote y desenamorándote con la misma
facilidad. Con arranques de celos disfrazados de bronca, con frases de
esperanza que alimenten mi entusiasmo, con la ironía que me encanta, con los
sueños de futuro juntos que a veces hasta vos creés, con los bolsillos llenos
de chocolate, para ganarme unos puntos extras. Tu boca, tus ojos, tu pelo, tu
cuerpo, tus manos, tus gestos, tus cosas, tus historias, tu sonrisa, tu mirada,
tus peinados, tu locura, tu impaciencia, tus ganas, y también, por supuesto, tu
lunar. Todo, del lado de la ventanilla, en el asiento que dejé a mi lado. Y yo,
mirándote, tratando de enamorarte todo el tiempo, tratando de que me alcance el
viaje para convencerte de que te quedes conmigo. Quiero tomarte de la mano, y
que te pongas nerviosa, que te pongas toda colorada, porque me encanta verte
así. De a ratos, hacerte enojar, pelearte, porque me gusta. Pero recuperar los
puntos enseguida, porque tenés facilidad para enojarte, debe ser un Don. Quiero
tener las mismas ganas de besarte, como hasta ahora, porque yo también soy un
poco masoquista, y de una forma muy rara disfruto tu histeriqueo.
Quiero estar seguro de que ese es el día. De que allí, antes de llegar,
cuando sepas que estamos por bajar, y me mires para que me levante, voy a tomarte
del cuello con una mano, mirarte a los ojos y acercar tus labios a los míos.
Vas a cerrar los ojos, entre queriendo y no queriendo que pase, y te voy a
besar. Y cuando separe mis besos de tu boca me pidas quedarte, para siempre,
conmigo. Quiero estar seguro de que sucederá, aunque haya pedido que el viaje
no termine nunca. Una contradicción que alimentaría mi esperanza y que se
parece tanto pero tanto a la realidad.