lunes, 20 de abril de 2015

No hay título.

  Ponerte un título sería encasillarte, acomplejarte, minimizarte. Sería razón suficiente para que el que quiera verte, te mire en relación a... en este caso un título. Es imposible que quepas en un título, hay demasiadas ramas, demasiados colores, demasiados aromas, demasiado. No hay una palabra, una frase, no hay. 
  Quizás alguno piense que debo recortarte, y ponerle un título al resumen de una parte del todo. Así como llamamos brazo a la extremidad superior, que es parte del cuerpo, y avanzar en ese sentido hasta completarte. Pero tampoco funcionaría, inclusive una pequeña porción de ti, te contiene en tu totalidad. Sos Fractal de fractales. 
  Y yo, acá sentado, tú pensando que estoy lejos, yo sabiendo que estoy cerca. Siempre estoy cerca. ¿Creés posible alejarnos del Todo? Ni siquiera un centímetro podríamos alejarnos. No existe la forma. 
  Me niego a rotularte, me niego a negarte, a olvidar, a dejar de pensarte. Me niego rotundamente a la idea de que la Vida no tenga entre sus planes que nuestros ojos se vuelvan a cruzar.  
  Y pensarás por qué carajo pienso en estas cosas ahora, por qué no ayer, no hace un mes, no hace mil años. Y no tengo respuesta, quizás aprendí, quizás me falta aprender. No hay respuestas, sólo puedo afirmar que hoy es así, que hoy me doy cuenta de que no tenés título. De que valés lo que no se puede pagar, y algo más. 
  No hay palabras, no hay título, no hay forma de atraparte, no se abarca la totalidad, no es posible, no existe la forma. Y entre tanto vacío, tanta inmensidad de nada, se puede ver sólo una cosa. Prestando mucha atención, y afinando la vista, obligándola a discernir entre la oscuridad más oscura, esperando a que la vista se acostumbre, y teniendo la paciencia suficiente, se puede ver algo. Solo una cosa. Un punto final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario